Es la tristeza de la noche
la soledad
de las calles iluminadas
cuando andas anodinamente
con el cigarro en las manos,
con los puños
apretados en los bolsillos,
porque no tienes dónde sacudirlos,
o, si lo tienes, no te atreves.
Miradas desgarradas
serpean en tu cuerpo
harapientos sentidos
te persiguen,
agonizas por escapar inmóvil,
hojeando una vez
y otra
tus leyendas envejecidas.
Te vuelves el lobo
en la cama de la abuela,
el ogro
que devora a sus muchachas,
espina te vuelves
en el corazón de la cinco veces hermosa,
el bufón deforme
en la corte del rey.
Eres aquella canción,
vagabundeo infinito
blues de soledad
con la voz ahogada
de la gran Mama,
con la lengua
blanquecina entre los dientes,
plegaria ahora y siempre
de los anónimos;
las agujas del saxofón
en las costuras aflojadas
del cerebro;
los barcos
que te hicieron viajar a lugares
de mal agüero,
que te hacen viajar
todavía.
Trad. José Antonio Moreno Jurado