De Lo Atropo de los días (Españiol)

 

No tengo nada que pensar en el pasado

porque cuanto conocí se convirtió en ciudad

y lo nuevo tiene también su lugar

a tu lado, lo que se descompone y se vuelve a crear otra vez.

 

“A pesar de todo, regresa”, dijo el viejo gato.

“Tienes el miedo donde dos ojos verticales

que brillaban en el techo del pajar,

incendiando en su resplandor lo engañoso del silencio;

la paja que se extendía en el patio con las malvas

del verano.

Tienes esa bicicleta de cuatro ruedas,

las paredes del gallinero

enrojecidas de piojos”.

Cómo reventaban cuando les prendíamos fuego con el tío:

¡paf! ¡paf! pequeñas explosiones locales,

y el caparazón se arrugaba en una negra, seca cabeza de alfiler.

 

Sin embargo, allí, al final de la calle Monastirio,

no había nada de luz.

Sólo cocheros que cargaban leche por la noche,

viajeros de ferrocarril

y jóvenes muchachos que se acercaban

a su humilde conocimiento patrio.

 

Y la vida se ataba a la distancia de una guita

entre el nudo del ombligo

y el nudo del pañuelo en la cabeza.

 

                                                Trad. José Antonio Moreno Jurado